Aviso

Las entradas de este blog que no fueran relatos han sido movidas a mi otro blog. Fantasmas de Plutón queda entonces sólo como blog para la creación literaria.

jueves, 24 de diciembre de 2020

Navidad, coronavírica navidad


Estaba tan absorto en lo que estaba haciendo que no oyó cómo se le acercaban despreocupadamente por detrás con la pose del que sabe que tiene la situación controlada.

─ ¡Eh, tú! Ven aquí.

─ ¿Es a mí agente? Es que tengo un poco de prisa... - El hombrecillo parecía divertido con la situación.

─ Me la sopla tu prisa. ¿Qué coño haces sin la mascarilla puesta? - El policía lo miraba directamente a la cara, amenazante.

─ Vaya, no había pensado en ello, je, je. Pero no se preocupe agente, no hay ningún peligro conmigo.

Los dos agentes se miraron y luego miraron al tipo tratando de averiguar por donde les iba a salir.

─ Mire, no sé qué piensa usted que hace pero no puede ir por la calle sin mascarilla. - El otro agente usaba un tono más conciliador.

─ Jo, jo, jo. Lo sé, lo sé, pero es la magia de la Navidad, ¿verdad? La ilusión, los regalos... Entenderán que yo no puedo aparecer con la mascarilla puesta y que en realidad tampoco hay peligro, ¿verdad? No es como si yo pudiera enfermar o contagiar nada, ¿verdad? - El viejecito trató de girarse y seguir con lo suyo.

─ Oiga, no ponga a prueba mi paciencia. Haga el favor de ponerse la mascarilla y podrá seguir por su camino. En caso contrario nos veremos obligados a denunciarle.

─ Ya bueno, veo que ha habido alguna confusión aquí. Verá yo soy... - Hizo ademán de mostrar lo que transportaba en el saco que llevaba a la espalda.

─ ¡Que no me cuente su vida y haga el puto favor de ponerse la mascarilla! - El primer agente parecía perder ya la paciencia.

─ Que no puedo...

─ Mire, póngase contra la pared.

─ Agente, que llevo prisa, de verdad.

─ Ya me he hartado, me tienes hasta los cojones viejo de los cojones. ¡Ponte contra la pared! ¡Gilipollas! - Mientras gritaba esto el agente sacó la porra y le dio dos empujones que le hicieron trastabillar.

─ Oiga, creo que no sabe con quién está hablando...

─ Estoy hablando con un puto loco vestido de rojo que se cree que está por encima de todo. ¡Que te quedes contra la pared! - En este momento el agente estaba gritando muy cerca del viejecito mientras el otro vigilaba la calle por si los curiosos.

─ Agente, realmente yo no...

No pudo terminar la frase porque en ese momento empezó una lluvia de golpes con la porra, patadas y puñetazos que tiñeron su realidad de un rojo oscuro con sabor a hierro. Perdió la noción del tiempo. Le dolía todo y no podía abrir uno de sus ojos. Una mano tenía tres dedos rotos y la otra ni siquiera la sentía. La nariz se había roto y era imposible respirar por ella mientras que en su boca habitaba una sopa caliente y espesa que gorgoteaba cuando respiraba.

El agente resollaba y sudaba pese al frío de la noche. estaba mirando el resultado de su obra cuando el otro le habló.

─ Oye...

─ ¿Qué?

─ Creo que nos hemos colado. - Tenía el saco del viejo en la mano. - Esto está lleno de paquetes... y no veo el fondo...

─ ¿Y?

─ Igual es él... Tío, joder, que creo que te has cargado al puto Papá Noel por error.

─ No. Por error no.

─ ¿Cómo?

─ Así aprenderá a traer bicicletas cuando se le piden y no dejar putos pijamas de mierda...

─ Anda vámonos, que aún aparecerá algún gilipollas con una cámara.

─ Pilla el saco. No habrá pasado por casa aún y seguro que hay algo para vender...

─ Macho, a veces me da miedo cómo piensas en todo.