Aviso

Las entradas de este blog que no fueran relatos han sido movidas a mi otro blog. Fantasmas de Plutón queda entonces sólo como blog para la creación literaria.

jueves, 29 de noviembre de 2012

La hora de la comida

Era un dia como otro cualquiera por la mañana. Se encontraba en la puerta del colegio dejando a sus hijos y allí estaba ella.

Se estaba despidiendo con un beso. No podía dejar de mirarla, en cuclillas, con su abrigo marrón. Pero debía irse, era tarde y había que ir al trabajo. En la oficina no dejaba de pensar en ella, quizá por eso no fue ese un día demasiado productivo y decidió hacerlo: la llamó. No podia dejar pasar el momento, se había decidido y no debia dejarlo enfriar. Ella se sintió sorprendida, no esperaba una llamada de él, y menos en ese momento, pero accedió a verlo a la hora de la comida, parecía intrigada, quizá un poco preocupada, la excusa para encontrarse no debió ser convincente. El se quedó un poco más tranquilo , quizá excitado ante la posibilidad de futuro, y pudo dedicarse a trabajar mientras llegaba la hora deseada.

En cuanto salió de la oficina, mucho más puntualmente que cualquier otro día, la vió llegar. Le saludó con una sonrisa un poco forzada y le preguntó que qué era aquello que no podía esperar y ¿por qué debía decírselo en persona? Él no dijo nada, sólo sonreía, era incapaz de articular ninguna palabra, la cogió de la mano y la llevó hasta un hotel cercano en el que había ya reservado habitación. Sin que ella saliera de su asombro y sin darle tiempo a reaccionar se le echó encima en cuanto entraron en la habitación. La besó como si no fuera a verla otra vez. Ella al principio no reaccionó, sorprendida, sin ni siquiera deshacerse del bolso o quitarse ese abrigo marrón, pero no tardó en corresponderle.

Se besaban mientras se quitaban la ropa el uno al otro. De golpe estaban en la cama, él estaba encima y ella lo recibió con un jadeo. Hicieron el amor hasta olvidarse de la comida, sin decirse ni una sola palabra.

Más de una hora más tarde salieron, casi avergonzados al pasar por recepción a devolver la llave, y se despidieron. Ella se fue y él volvió a la oficina. La tarde fue plácida y tranquila, pudo trabajar tan a gusto que recuperó el tiempo perdido por la mañana. No dejaba de sonreirse, la felicidad puede estar tan cerca...

Era tarde cuando llegó a casa. En el comedor estaba su mujer, nerviosa y gritando a los niños que estaban en el baño. Dudó antes de entrar, no sabía cómo debía reaccionar, dio un paso al frente y se encontró con ella. Se miraron a los ojos y al instante supo que ella sabía lo que estaba pensando él.

Lo sabía porque ella estuvo toda la tarde pensando en su breve pero intenso encuentro a la hora de la comida, con el mismo cosquilleo recorriéndole la espalda y la misma sensación de plenitud. Y, sin hablar pero sonriendo con los ojos de adolescente enamorado, estuvieron de acuerdo.

La felicidad está tan cerca...
Fantasma


viernes, 23 de noviembre de 2012

Ladrones de cuerpos

Era una noche como otra cualquiera. Empezó su turno con un café escuchando las novedades y los chismorreos de los compañeros que terminaban turno. Fútbol, televisión y poco más era la charla habitual, pero hoy había algo más. Uno de los nuevos le comentó algo que salía en los periódicos de esos días: algunos cementerios denunciaban que por la noche algunos desalmados se dedicaban a abrir tumbas recientes y a llevarse los cadáveres. Era una de esas modas. Ya había pasado antes y no le preocupaba, tal y como empezaba terminaba. Hacía ya más de treinta años que trabajaba en el cementerio de su localidad, veinte en el turno de noche y ya estaba curado de espantos. Cuando hacía la ronda estaba más preocupado por no tropezar con los perros vagabundos que a veces entraban por la tarde y se quedaban encerrados o por las ratas que saltaban cerca de su cara cuando, en verano, tomaba el fresco sobre una tumba de la parte vieja, que por los salteadores que nunca se atrevían a entrar en un cementerio tan cercano a una gran ciudad.

Dio su vuelta de rigor y comprobó los dos enterramientos del día, pura rutina, por si el cemento no cuajaba bien o la losa se hubiera torcido ya que uno era en un nicho nuevo y el otro en una tumba de suelo en la parte vieja. Cumplido el deber decidió ocuparse de la cena.

Se sentó en su mesa, encendió el transistor y desplegó ante sí el periódico mientras calentaba la comida que había sacado de una vieja fiambrera de lata; termo de café y una botella de agua completaron la intendencia, era hombre de viejas costumbres, por eso no olvidó sus cubiertos ni su servilleta de cuadros, recuerdo de una infancia ya lejana.

La noche pasó como otra cualquiera, coches, perros y coches con la música muy alta constituyeron la banda sonora hasta bien entrada la madrugada. Llegada esa hora en la que incluso él flaqueaba y le costaba no rendirse al sueño, algo llamó su atención. Al principio fue tan sutil que pensó en que los gatos volvían a derribar jarrones con flores, pero persistió. Eran unos golpes casi apagados en la zona nueva, para él no había duda: los asaltadores de tumbas habían hecho acto de presencia.

Buscó un viejo chuzo que guardaba a modo de porra, la linterna grande, la pequeña era para el bolsillo, pero necesitaba una que pudiera ser contundente. Salió de su caseta dejando la luz y el transistor encendidos para no delatar su acción temeraria. 

No encendió la linterna, no le hacía falta, conocía perfectamente el cementerio y, además, era noche de luna y una ténue luz azulada le mostraba el camino. Su intuición lo llevaba hacia la zona nueva, hacia la calle donde esa misma tarde había habido un entierro y, efectivamente, allí parecían estar los asaltantes, dos sombras se afanaban con el féretro. Se paró un momento antes de girar y escuchó: era una especie de murmullo, no llegó a entender nada, ninguna palabra, sólo un siseo y un parloteo bajo, arrastraban las eses y casi no oyó vocales. Pensó sólo que hablaban muy bajo y saltó de su escondrijo para encararse a ellos. En cuanto lo hizo las dos sombras soltaron el ataud que mantenían  cogido y salieron corriendo en direcciones opuestas. Sin amedrentarse empezó a persiguir a uno de ellos, al menos uno pagaría.

El intruso era alguien muy ágil y con buena visión, pese a no llevar luces no tropezó en ningún momento con lápidas, piedras o escalones. Gritó y lo amenazó mientras corria detrás de él, hacia la parte vieja del cementerio. Giraron una esquina y ya no lo vió. Pensó que debía de haberse escondido tras una lápida, allí ya no había nichos. Avanzó con cuidado por entre las tumbas, la pesada linterna en una mano y el largo chuzo en la otra, hacia el enterramiento de ese mismo día.

Como había supuesto la tumba estaba abierta y ni rastro del féretro ni del perseguido. Se asomó al interior de la tumba, vacía, empujón y caída. El golpe fue brutal, tuvo el tiempo justo de verle la cara antes de desmayarse.





Fantasma


domingo, 18 de noviembre de 2012

Sinergias


Las sinergias que envuelven la síntesis duodélica del ser maduro son autofórmicas y adaptables. Los desequilibrios generados por la alficación de sujetos típicamente beta no sugieren cambios paradigmáticos en la simbiosis existencial del grupo generado. Éste cambio no es sino que en apariencia ya que la voluntad raizal de inicio sugiere la realidad de un sujeto consideradamente beta expresado como una posibilidad radicalmente opuesta al sentido originario expresado por eones de apariencias plácidas y ordenadas. 

Este cambio paradigmático surge de la necesidad de expresar parámetros equivalentes entre las partes componentes y de adaptar nuevos paradigmas que expresen de forma físisca lo que virtualmente se conoce por adelantar virtudes y conocer naturalezas ajenas al proceso natural expresado de forma artificial. 

Paradójicamente el proceso cognitivo de actualización paradigmatica se ha enfrentado a la imperbeabilidad del tejido aceptacional más obsoleto y contando con la incondicionalidad del permeabilismo aceptivo del progresismo natural. Enquistandose el progreso en un misticismo excluyente reticente a la renovación advocacional del universo sinergético tal y como en pasadas ocasiones promovió la evitación de la eclosión de la individualildad del beta en su pretensión de equibararse al alfa público ya que privadamente la división se mantuvo por siempre en una línea difusa no establecida realmente en tanto que los patrones normativos intentaron congelarla en donde era más práctico que equitativo. 
No engañamos si afirmamos que un cambio de direcciones sinergéticas debe obedecer a cuestiones de derecho tornadas en posibilidades prácticas que requieren una reordenación y repatronización de roles preestablecidos y a una adaptación del tejido organizacional del actual momento tornado en posibilidades infinitas de adaptación exitosa aunque no sin sacrificios de las bases fundacionales del criterio organizativo.


Alguien sabe de qué estamos hablando?

Experimental

lunes, 12 de noviembre de 2012

Ellos

Era de noche, era tarde. Él llevaba tiempo delante de la ventana, mirando. La ventana de ella estaba un poco más alta, en el edificio de enfrente, con la luz apagada. Él tampoco la  había encendido, no quería que su silueta recortada lo delatara. Bajó la vista a la calle, la poca gente que había a la vista corría bajo la lluvia. Cerca, un gato mojado, desafiante, le devolvía la mirada.

Ella miraba hacia abajo por la ventana, la ventana de él estaba un par de pisos por debajo, al otro lado de la calle. Hace un momento había visto luz, ahora estaba apagada. Seguramente estaría ya durmiendo, sin saber que ella estaba ahora mismo pensando en él, impaciente por verlo, por atisbar una sombra asomándose por la ventana. Se apoyó en el marco y tocó el cristal, estaba frío y le dolía. Le dolía porque probablemente sería lo más cerca que estaría de él.

Él estaba ya a punto de irse a la cama, abatido, hoy no la vería. Pero, de pronto, una sombra blanca, ¡un movimiento fugaz en la ventana! ¿Sería ella? ¿Estaba allí? Miró, pegándose al cristal, deseó abrir la ventana, gritar su nombre y saltar, saltar para llegar a ella y abrazarla, tenerla en sus brazos.

Ella se dirigió a la cama, no vio el movimiento en la ventana de él. Se desvistió y alargó la mano para coger el pijama. Se paró. Miró de reojo. No había llegado a encender la luz pero vio una sombra moverse tras ella. Se giró lentamente... Estaba delante de la ventana, no le veía la cara, pero sabía que era él. Jadeaba, no se atrevía a moverse. Él tampoco se movía. Se miraron. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando él empezó a moverse, lentamente, luego más rápido.

Él estaba aturdido, no esperaba encontrársela delante, y mucho menos así, desnuda, él mismo no llevaba mucha más  ropa, apenas el pantalón del pijama y una camiseta raída. Ella lo miraba fijamente, a la cara, parecía sorprendida, casi asustada, pero un destello en su mirada le dijo que lo esperaba, que debía estar allí porque ella lo quería así. Adelantó un pie, ella no se movió, luego el otro, la respiración de ella era más intensa, no podía contenerse, corrió, casi voló y se abrazaron.

A ella le temblaron las piernas cuando él se le abrazó y empezó a besarla. Lo abrazó aún más fuerte, lo acariciaba tan fuerte que casi le dolía, le alborotó el pelo, apretó su cara contra la de él, abrió la boca, no dejaba de jadear, la lengua de él no dejaba de entrar y salir de su boca, ella empezó a besarle la cara, nada importaba ya, oscuridad y luz pasaba ante sus ojos que no veían nada. Él se apartó, se quitó la camiseta y la abrazó de nuevo, ahora besaba su cuello, lo lamía, ella abrazaba su cabeza, lo deseaba.

Se besaron de nuevo en los labios, él la cogió en volandas y la tumbó sobre la cama. Seguía besándola mientras una de sus manos empezó a acariciar su cuerpo, lo hizo suavemente, hasta acariciar uno de sus pechos, entonces su lengua empezó a recorrerle el cuello, siguiendo todos y cada uno de los puntos que hacían que ella se arqueara completamente. Pronto la cálida humedad empezó a recorrer el pecho que quedaba libre, llegó al pezón, succionando suavemente. Ella lo miró, abrió la boca y lo atrajo de nuevo hacia sí. Mientras la mano de él abandonó el pecho que mantenía en su palma y bajó por el abdomen, lo hizo sin prisa, con la punta de los dedos. Llegó a su ingle, y la recorrió, bajó por el muslo, subió y volvió a bajar, ella separó un poco las piernas para que él pudiera entrar. Su mano se perdió en la cálida oscuridad dentro de ella. Con destreza consiguió que ella dejara de besarlo, jadeaba más y ya era ciega de deseo, sentía su propia humedad mojando la mano de él y resbalando por sus muslos. Casi no notó que él se ocupaba de nuevo por su cuello, bajó, besando, lamiendo, mordiendo. Se entretuvo de nuevo en sus pezones, ahora los mordisqueó, primero uno, luego el otro... besó y lamió en el valle entre los pechos y recorrió el sinuoso camino que los separaba de su entrepierna. Besó su ingle y se impregnó del aroma del sexo desbocado, ella no podía dejar de moverse, miraba sin ver y quería más sin querer tener más. Deseaba llegar pero no abandonar el camino, él besó su vello, bajó y encontró entre su humedad ése puntito que a ella la elevó a un nuevo estado de lujuria, quería apartarlo y que no se fuera. Lamió y sorbió, mordisqueó y jugó hasta que ella dejó de moverse, tensa, aguantando la respiración, un segundo, dos, y se desinfló con un suspiro, había alcanzado el clímax, estaba extenuada, pero quería más. Lo atrajo de nuevo hacia sí, pero no o besó, lo empujo para que él quedara sobre la cama, tumbado, le sujetó las manos indicándole con la mirada que no las moviera, no deseaba que se moviera. Lo besó ella, también el cuello, el pecho, no podía esperar, bajó, un pequeño receso en el ombligo y una parada ante el pantalón. Aún llevaba el pantalón del pijama, bajo él era evidente la enorme erección de la que ella tenía gran parte de culpa. Movimiento rápido, pantalón en los tobillos y la lengua subiendo por las piernas, se haría de rogar.

Él jadeaba, le costaba respirar. Miraba a sus piernas y la veía lejos, le estaba haciendo sufrir, hasta que ella levantó la vista lo miró a él y luego al resultado de su excitación, y abrió la boca. Él se dejó caer, la suave y caliente boca de ella lo envolvió, llegó hasta la base y volvió a subir dejando una excitante humedad en su recorrido mientras la lengua, juguetona, le excitaba diestramente el glande. Ella lo agarró con la mano acompañando los movimientos de cabeza, lo miró mientras la punta de su lengua recorría el extremo más sensible de su excitación. Vio lujuria en sus ojos, vio deseo. La agarró y la giró.

Ahora estaba ella contra la cama y él el que se ponía encima, la besó apagando el gemido que ella hizo cuando la penetró. Se sintió llena, excitada y ciega de pasión. Cerró las piernas en torno a él. Lo quería dentro, sin moverse, pero deseaba que entrara y saliera, fuerte, golpeando su cuerpo contra el suyo. Golpeando con cada embestida al responsable de que ella ahora sólo distinguiera destellos de luz. Se abrazaron fuerte, ella gemía, él gruñía y los dos tenían prisa.

Aceleraron, cada vez más fuerte, hasta que ella ahogó un grito en su garganta mientras él dejó salir el aire contenido con un gruñido que era más que un jadeo. Ella lo sintió inundarla, sintió la liberación, espasmos la recorrieron desde su bajo vientre hasta las puntas de los dedos de las manos y los pies. Él se apartó, salió dejando vacío aquello que ella quería mantener lleno...

Él abrió los ojos. El gato ya no estaba y había dejado de llover. Levantó la vista. La ventana de ella seguía oscura, no había nadie. Miró a la luna que observaba la ciudad en silencio. Resignado decidió que nunca podría estar con ella, debía conformarse con observarla en silencio. El gato volvió y lo miró con ojos amarillos, parecía desafiante, lo retaba a atreverse. Él cerró la cortina y se refugió en la oscuridad.

Ella miraba al techo ¿nunca hablaría con él? ¿Nunca podrían compartir un solo momento? Estiró el brazo y cogió la sábana que estaba a los pies, se tapó y se acurrucó, abrazó la almohada y lloró, en silencio.


Fantasma.

lunes, 5 de noviembre de 2012

El visitante

"Estaba sentado en el borde del sofá. Estaba nervioso. Por una vez deseaba fumar, no sabia qué hacer con las manos; las frotaba, se mesaba el pelo y no paraba de tocar y recolocar los objetos que se encontraban enfrente a él.

Lo estaba esperando, sabía que hoy vendría y que hoy debía ser el último día. Hacía años que tenía que soportar su presencia. Nunca habían hablado, tampoco se habían mirado. Pero no hacía falta, no quería verlo, no lo quería cerca...

Sudaba. Se frotó los ojos. No debía dormirse. Se levantó, paseó por el comedor. Era su casa, tenía derecho, ¿no? Si quería que se fuera era su derecho, ¿verdad?

Nunca había hablado con nadie de ello. Ni siquiera cuando empezó todo hacía ya seis años. Probablemente no le dio importancia porqué pensó que sus ojos le habían jugado una mala pasada, tenia sueño, pensó. Tardó, pero volvió. Esta vez sí se asustó, estaba seguro de haberlo visto, pero se engañó a sí mismo de nuevo, imaginaciones tuyas, se dijo. Fue casi un año. No pasó de ahí, de vez en cuando ahí estaba, lo veía una fracción de segundo y desaparecía, bastaba con parpadear. Luego fue a más.

Aquel día no lo vio. Estaba viendo la televisión y lo oyó. Vecinos, era la explicación más racional, la única. Pero otra vez lo oyó, "¿Lo tienes?", temblaba. Se levantó del sofá en ése momento y salió al pasillo. Agarraba con fuerza el mando a distancia, era su única protección. No había nadie allí.

Se sentó de nuevo a esperar. no tardaría en aparecer, y recordó. Recordó cuando empezó a acostumbrarse a la voz, se acostumbró pero nunca dejó de temer. Despistado, no podía ser otra cosa. Si lo que dejaba en la mesa aparecía en la cama debía ser porque no recordaba bien. Los armarios de la cocina se abrían solos, Tengo que acostumbrarme a cerrarlos siempre. Pero el horror empezó cuando dio un portazo, fue en la misma cocina, se le escapó la puerta, iba con prisas, cerró suavemente, sin ruido, sin que él pudiera pararla. Abrió y probó de nuevo, ninguna cerraba de golpe, todas se cerraban en silencio, no impotaba la fuerza con que lo hiciera, siempre frenaban, siempre en silencio, siempre suavemente.

Había empezado ya, la sombra que se paseaba por su pasillo ya influía en su vida, temía la noche, sabía que aparecería, sólo que ya no estaba sola, a su aparición siempre lo precedían otras sombras de menor tamaño. Corrían por el pasillo, por SU pasillo. Pero le daba miedo. Estaba aterrorizado. En casa no había nadie, pero ellos aparecían.

Lo sufrió, no dormía o se drogaba para dormir profundamente, pasaba noches fuera de casa o volvía tan borracho que no recordaba nada. Cualquier sistema era bueno para no afrontarlo, para no verlo. Pero ahora lo esperaba.

Levantó la vista, nervioso, y allí estaba, de pie, mirando. Se asustó aún más. Siempre lo había visto pasar por el pasillo, siempre andando, nunca de frente. Siempre lo había ignorado, pero ahora lo  miraba.

Estaba paralizado, sudaba, quería hablar pero ni siquiera podía balbucear. El otro hizo un gesto, se le acercó, había dado un paso al frente y se acercaba, serio, mirándolo fijamente. Rápidamente cogió un objeto que tenía encima de la mesa, un crucifijo de seis brazos. plata reluciente, lo alza y murmura una plegaria. El hombre se para y se ríe, lleva un guardapolvo negro, sin pies, y las manos bajo la capa negra, pálido, y le habla:

- ¿No creerás en esas bobadas, verdad?

Deprisa suelta la cruz y alza un saquito, raíces, huesos y cenizas, mezclados en un rito que sólo conocía aquella adivina, ajo, ajenjo y otras hierbas en la otra mano, la gitana le dijo que era infalible. La sombra dio una sonora carcajada y se acercó más.

- ¿Aún crees que así conseguirás algo?

Abrió las manos e intentó coger una botellita con un líquido que parecía agua y un papelito con un salmo, pero el otro le cogió las manos. Tragó saliva, sudaba más y le costaba respirar.

- No temas, no te resistas, todo es inútil, nada puedes hacer ya, has sido elegido. Lo tienes, sabes que lo tienes y lo necesito.

- ¿Qu.. quien eres?

- ¿De verdad importa? Sólo un mensajero, un intermediario. Vengo en nombre de la justicia y de lo que de verdad importa. Soy heraldo de la voluntad, pero no divina... ni infernal. Tus chucherías no sirven, no son para mí, vivo por y para la humanidad, pero la humanidad no puede nada contra mí, existo a pesar vuestro.

- No entiendo... ¿qué quieres de mí?

- A tí, a tu tiempo, a tu intelecto, a tu opinion, a tu valor. ¿Lo tienes?

- No, no tengo nada, por favor déjame.

En este momento el terror es sustituido por algo peor, mucho más básico, más visceral, preternatural. No era consciente de ello, pero ya sabía qué quería. Intuía para qué había venido, sabía porque llevaba tiempo evitándolo, llevaba tiempo postergando su destino.

- Lo sabes. Sabes por qué estoy aquí.

- Pero yo no quiero... busca a otro.

- No puedo. Debes ser tú. Lo sabes. Ven conmigo.

Se levanta, lentamente,sabe que debe hacerlo, ir con ese ser infernal. Acompañarlo a donde debe ir.

- ¿Dónde me llevas?

- A tu sitio, a donde pertences aunque no lo sepas. A tu mundo, un pequeño mundo, lejano y frío, porque tú ya no eres tú, perteneces al universo. Ahora eres un fantasma como yo, ahora eres heraldo de un mundo glacial que se desmorona. Tu misión será ahora la mía, tú ahora debes transmitir lo imprescindible, tú debes abrir la mente a la todo el que te vea, tú debes ser guía, luz y sombra. Tú ahora no puedes desfallecer. Ahora perteneces a la estirpe maldita. Tu ahora eres un fantasma. Eres un Fantasma de Plutón."


Fantasma.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Empezamos...


Siempre es difícil comenzar a escribir algo, sobretodo un post, y si encima es el primero del blog... la tarea puede hasta dar vértigo...

Pero si nos hemos metido en este fregado será, sin duda, porque de alguna forma nos gusta tener ese cosquilleo de empezar algo que no sabemos cómo va a seguir. Entre otras cosas porque vivimos en unos tiempos en los que se nos hace corto el tiempo en el que conversamos e intercambiamos ideas. Hay mucho por comentar y, cada vez, más apetito por hacerlo. Nos mueven las ganas de aportar nuestro granito de arena, de reflexionar sobre el mundo que nos rodea y, por qué no, dar rienda suelta la imaginación y soltar al tío raro marciano que todos llevamos dentro.

Precisamente ésa es la idea del blog: ser válvula de escape de todas las inquietudes y reflexiones, críticas, preguntas o demás absurdeces que se nos ocurran.

Y esto nos lleva al segundo punto del día: por qué precisamente Fantasmas de Plutón? Me agrada la pregunta, y la respuesta no es fácil.

Empecemos por el final de Plutón; hace unos años Plutón era la última frontera, el noveno planeta, el guardián del confín del sistema solar. Bien, de ser el puto amo, en 2006, de golpe y porrazo, se le destituye de su categoría y se le etiqueta como planeta enano. El sistema solar ahora es más exclusivo, sólo ocho socios VIP y un montón de abonados menores entre los que se encuentra nuestro degradado amigo Plutón. Triste e irredento nos consuela saber que igualmente es el guardián de la frontera. Fiasco de nuevo... ahora ya van tres; tres planetas enanos, otros tres que, como Plutón, no disfrutan de la categoría reina: Eris, Makemake y Haumea (los llamados plutoides), que con Ceres, son los pequeñitos del vecindario. Igual que nosotros hace unos años nos íbamos a comer el mundo y éramos muy importantes y decisivos, mientras que ahora la dura realidad nos lleva de nuevo a un cuarto mundo del que en realidad tampoco habíamos salido tanto, de tal manera que hasta nuestro sentido democrático se retrotrae a realidades utópicas más placenteras en tanto que el mundo real nos decepciona supinamente.

Y aquí se intuye la primera parte del nombre de este humilde blog: Fantasmas. Abajofirmantes y opinadores no se van a cortar ni un pelo en dar rienda suelta a su prepotencia, incorrección, pedantería ni a tirar de enlaces, wikipedia u otras fuentes para completar un blog. La única promesa es que se publicará, qué, cuándo o cómo no es sabido y casi irrelevante. Se hará cuando se pueda o cuando haya algo que contar; lo que se va a contar puede ser algo tan simple como un comentario de una noticia, una reflexión sobre algo que nos rodea o algo tan bizarro como una composición literaria, un fusilamiento de otro blog (sin que se note mucho...); y el cómo oscilará entre una parrafada, no aseguramos si infumable o no, imágenes downloadeadas o vídeos que puedan ser interesantes. (El plural no es mayestático, significa a las diferentes personalidades que darán forma al blog.)

Lo que sí está claro es que no hay ninguna predisposición, no hay un interés dirigido ni una idea preformada de cómo va a resultar esto. Sólo sabemos que ser será si puede ser. El resto ya veremos.

Y por ahora... debería ser bastante. No quiero agobiar el primer día. Sólo puedo invitar a sindicarse por RSS, abajo está el enlace, o por mail, la suscripción en la barra de la izquierda. Twitter y Facebook para compartir y mi perfil de twitter para seguir.

Y como diría nuestro amigo y vecino Spock: "Próspera y larga vida al blog".