Aviso

Las entradas de este blog que no fueran relatos han sido movidas a mi otro blog. Fantasmas de Plutón queda entonces sólo como blog para la creación literaria.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

La paradoja del universo autocontenido

Big Bang
Cree en lo que te digo, hace muchos años ya que tenemos una máquina del tiempo. En realidad no es una máquina, es un procedimiento para viajar hacia adelante o hacia atrás en el tiempo. Como es normal lo probamos, primero sin mucho cuidado, luego de forma más comedida. Empezamos mandando pequeños robots hacia atrás, queríamos observar la historia con nuestros propios ojos, ¡¿y quién no hubiera querido?! Visto ahora fuimos unos completos ingenuos. Como pensamos que el tiempo corría en nuestra contra decidimos generar varios proyectos paralelos, tres en concreto.

El primero debía estudiar el principio de los tiempos, queríamos ver y medir el Big Bang en todo su esplendor, ¡imagina el desafío! Era una oportunidad que la física no podía obviar. El segundo se encargaría de estudiar la historia más remota: glaciaciones, océanos bullendo de pre-vida, pleistoceno, cretácico, jurásico... la única limitación era que no hubiera humanos, al menos hasta que controláramos lo suficiente como para garantizar la no interacción... y no nos dimos cuenta... El tercer equipo era el más esotérico, se iba a dedicar a mandar el pequeño robot tan adelante en el futuro como fuera posible, y en una región fuera de nuestro planeta, su misión sería medir el universo futuro y comprobar si la expansión del mismo tenía límites. nunca pensamos que pudiera ocurrir...

Imagina el poder, imagina que eres un científico joven, con pocos escrúpulos y mucha hambre de conocimiento, fama y gloria, y de golpe te dan este regalo... poder viajar en el tiempo, estudiar lo que quieras... eres un superman con poderes infinitos, o así te sientes. Nuestra sala de control era un pequeño Olimpo. Yo era del primer equipo, el Big Bang ¿te lo puedes imaginar? No solo medirlo, verlo, grabarlo... cuanta arrogancia...

En el primer intento ya vimos que algo no iba bien. Nos retrotraímos al momento en el que suponíamos que todo empezó y mandamos al pequeño robot, Hermes lo llamábamos. Fue y volvió. Lo bueno de mandar a tus herramientas a través del tiempo es que no debes esperar a los resultados, vuelven a ti en pocos segundos. Una vez Hermes estuvo de vuelta nos lanzamos como locos a por los datos y entonces vino la primera decepción. Podíamos ver el punto de densidad infinita en los instrumentos, pero la energía contenida no era lo suficientemente inestable como para hacerlo estallar. Recalibramos los instrumentos y Hermes volvió a volar. Esta vez las mediciones tampoco fueron satisfactorias, de hecho y pese a mantener al equipo en espera mucho tiempo no conseguimos observar la gran explosión, sólo pequeñas fluctuaciones en la energía autocontenida. Decidimos que no habíamos ido suficientemente lejos y que lo que veíamos era la estabilidad posterior al Big Bang, y ahí sí lo vimos claro, el efecto-observador en todo su esplendor, pero no me voy a adelantar.

Lo que observamos es que si bien el supuesto punto de densidad infinita estaba ahí, de alguna manera era tremendamente estable. Sólo podíamos medir pequeños cambios en su superficie, lo que implicaba que o bien no éramos capaces de medir la sutileza de su naturaleza o bien estábamos muy por delante del momento del disparo. Como retrocedimos tanto que era imposible que no hubiera estallado ya, decidimos hacer el camino contrario, es decir, ir más hacia atrás en el tiempo, y parecía que lo conseguíamos porque había mediciones diferentes. Recuerda que estábamos haciendo historia y no sabíamos obtener referencias objetivas para saber el momento en el que Hermes estaba. El hecho es que daba igual si retrasábamos o adelantábamos, comprobamos que la inestabilidad crecía, hasta que ocurrió. Era un viaje de prueba, íbamos a un lugar conocido para comprobar que los datos recogidos eran los mismos que ya teníamos, y no lo eran. El tercer viaje para recomprobar se lo encontró de bruces, nada más llegar Hermes se desencadenó la mayor tormenta cuántica jamás soñada. Cabe decir que la explosión destrozo a nuestro robot, pero pudo mandar datos antes del colapso, fuimos nosotros, nosotros provocamos el Big Bang. La alteración que suponía enviar a nuestra sonda fue la que provocó las alteraciones en el sistema cerrado que era el pre-universo primitivo. Los peligros de viajar en el tiempo se habían cumplido de la más catastrófica de las  maneras, y a la vez de la más maravillosa. Sin nuestra interacción nuestro propio mundo no habría existido.

Aún estábamos digiriendo eso cuando entró por la puerta uno de los científicos del grupo tres, de los que viajaban hacia adelante en el tiempo. Vino corriendo, sin resuello. Cuando pudo hablar nos pidió que paráramos, casi a gritos. No fue hasta que lo calmamos que nos dimos cuenta de cuan peligroso era lo que hacíamos.

El tercer equipo observó un universo estable en continua expansión, sin ninguna relevancia a destacar. Por lo que cada vez fueron más adelante en el tiempo. No tardaron en observan corrientes de energía desconocidas que atravesaban el espacio observado hasta el punto de desestabilizar a la propia materia. Excitados creyeron que estaban llegando al punto de ruptura del equilibrio materia-energía, ése punto en el que todo debía desmoronarse. Y lo vieron, en uno de los viajes observaron como el universo colapsaba, la materia se multiplicaba, la gravedad aumentaba y el movimiento expansivo se volvía regresivo tan violentamente que en una fracción de segundo desaparecía el propio espacio, o eso creían claro, su Hermes no podía observarlo hasta el final... Decidieron entonces viajar hasta un punto anterior para saber cuál era el desencadenante de dicho colapso. Imagina cuál fue su sorpresa al observar que el proceso también daba comienzo unos millones de años antes. Extrañados hicieron como nosotros y repitieron viaje hacia una época antes estable, pero en su segundo viaje esta época también colapsaba, repasaron cálculos y allí estaba: la manipulación del continuo espacio-tiempo generaba tal nivel de entropía que la propia realidad se volvía tan inestable que cualquier evento la hacía trizas. Lo hicimos nosotros al observar el pre-universo y lo hicieron ellos al pretender ver el fin del mismo. Cerramos el círculo, el hombre es el inicio y el final del universo. Cuan gracioso era, creador y destructor, la dualidad deística más antigua acometida por la ciencia moderna. Reímos sin parar, al menos éramos responsables de nosotros mismos y éramos capaces de haber parado ya con el experimento, hasta que alguien dijo:

- ¿Qué hace el segundo equipo?