Aviso

Las entradas de este blog que no fueran relatos han sido movidas a mi otro blog. Fantasmas de Plutón queda entonces sólo como blog para la creación literaria.

lunes, 24 de diciembre de 2018

El regalo del año

Se levantó de la cama pesadamente, como si no quisiera empezar aquel día. Sentado en el borde miró al suelo, como si la decisión le pesara más que toda una vida de decepciones y de promesas incumplidas. Se acercó a la ventana y el gélido paisaje no hizo más que confirmarle que la decisión en realidad ya estaba tomada, que sólo debía doblegarse a ella, dejarse convencer, poner un pie delante del otro y hacer aquello que sabía debía ser hecho hoy. Hoy más que ninguna otra noche del año.

Mucho, mucho tiempo atrás se había prometido que sólo le moverían las risas, la alegría y que su cometido en la vida era cumplir ilusiones. Pero de eso hacía tanto tiempo... Funcionó durante unos años. Se enfundaba su traje y salía a toda prisa sin volver hasta el amanecer, agotado, pero con la seguridad de que en aquel momento millones de ilusiones se veían colmadas, millones de sonrisas daban la bienvenida al nuevo día. Pronto se desengañó. No era fácil.

Nunca nadie se preguntó el por qué. Ni siquiera el como. Lo único que importaba era pedir más cada año, quejarse de lo recibido porque nunca era suficiente. Dinero... pronto fue lo que todos pedían. Dinero, mucho dinero. El materialismo se abría paso a marchas forzadas, nadie ya quería paz y amor. Salud y dinero para gastar. No, eso ya no le satisfacía y se encerró en casa.

Pronto la gente le olvidó. Bueno, no le olvidó, pero sí olvidó que existía. Que existía y los vigilaba. Que sabía sus nombres, direcciones y lo que hacían. Y los veis haciéndose regalos que esta vez sí pedían, que seguían exigiendo y él cada vez se encerraba más y más profundamente. No quiso saber nada del mundo.

Pero el mundo era terco y supo como hacerse oír. Llegaban noticias de todo tipo a su cabaña del bosque nevado. Llamaban a la puerta y no esperaban a que se abriera... entraban y lo martilleaban hasta que gritaba y buscaba consuelo en el fondo de un vaso. Una botella. Luego dos. Al final no hubo final, terminar una era abrir otra. Y el mundo seguía informando y él seguía bebiendo. Quizá habría encontrado mejor aislante, mejor aturdimiento en otras sustancias adormecedoras, pero estas no se mandaban por mensajería al lugar donde sus huesos tiritaban de miedo y angustia. Y él no quería salir de casa y tenía que conformarse con el alcohol barato.

Pero esta vez había tomado una determinación. Nunca supo si fue porque el vaso se derramó después de tantas gotas haciéndolo rebosar o porque hubo en fallo en la entrega y tuvo que pasar cuarenta y ocho horas sobrio sin más compañía que el televisor y una vieja radio de transistores. Aparatos del demonio que no hacían más que recordarle que la realidad existía y que le había dado alcance.

Dejó la casaca roja colgada. En su lugar prefirió un abrigo negro. Durante unos segundo acarició la idea de usar el uniforme tradicional para el reparto, pero este año no repartiría ilusión ni esperanza, bueno, sí, pero de otra manera. Este año no sembraría los dormitorios infantiles de regalos y presentes para anunciar una vida mejor, no. Este año buscaba a los mayores, a aquellos que salían en las listas más oscuras. Este año sólo ellos recibirían su regalo especial. Tomó los guantes, se caló el sombrero y se montó en el trineo. Agradecía que ningún paquete hiciera tic-tac, tic-tac, tic-tac anunciando lo inevitable. El mundo moderno le facilitaba mantener la sorpresa hasta el último momento.

Y mientras se elevaba pensó en los niños y niñas que vivirían toda su vida con el recuerdo de estas navidades... Sabía que tarde o temprano debería volver a hacer esta entrega especial porque los hijos de quienes iba a visitar nunca superarían esta decepción y su odio vomitado al mundo haría que la rueda volviera a girar y él volviera a salir de su escondite una vez más.

Mientras una lágrima caía por su sonrosada y regordeta mejilla pensó que necesitaba el valor de un vaso, quizá dos, de aquello que se negó a recibir. Aquello que guardó porque tan harto estaba de vivir anestesiado que una de sus mitades se rebeló, la otra no tenía fuerzas para resistirse. Por eso guardó y nunca recibió su preciado licor. Por ello se mantuvo lúcido preparando los regalos y envolviéndolos cuidadosamente. Porque esa vocecilla en su cabeza no paraba de repetir.

Hazlo. Hazlo, vuelve a repartir esperanza por el mundo.

regalo
 

jueves, 15 de marzo de 2018

Suicidio asesinato

‡ No te esperaba tan pronto.

‡ No me gusta ese silencio... ¿Lo han denegado?

― ...

‡ ¿Cómo pueden ser tan hijos de puta...? ¿Les has dicho que ya estaba terminado?

― No han querido escuchar nada... dicen que no es ético y que no se puede ni plantear...

‡ ¡¿Como?! ¡Pero si ya está hecho!

― Dicen que no, que las implicaciones legales y morales son terribles... que daría pie a quejas de animalistas y moralistas, que la universidad no se lo puede permitir... que no tiene aplicaciones prácticas...

‡ ¿Que no tiene aplicaciones prácticas? ¿Y qué me dices de trascender la propia mortalidad? ¿De poder dar una vida digna a los que ahora vegetan en una cama... ¿Les has dicho que salvaríamos a las mentes más brillantes del planeta? ¿Que avanzaríamos en la conquista del espacio, de las profundidades? ¿Que nada podría parar el avance científico?

― No... no quieren saber nada de nada, ni siquiera les he podido mostrar los estudios sobre vehículos autónomos... Dicen que es una quimera... Algo muy lejano. Y que con la coyuntura actual no se pueden arriesgar a más protestas en el campus...

‡ ¿Pero qué protestas? Si esto no tiene nada que ver con... un momento ¿has dicho animalistas? ¡No desvíes la mirada! No se lo has dicho, ¿verdad?

― No he podido...

‡ ¡Y una mierda! Te has acojonado. No has tenido valor para decirles que ya estaba hecho, que lo hiciste sin su permiso y que yo ya estaba aquí.

― No es tan fácil...

‡ ¡Sí que es fácil! Sólo tenías que decirles que ya estaba, que nos habíamos saltado la fase de pruebas con animales... que el proceso es seguro e indoloro, que la tecnología es limpia y segura.

― Ése no es el problema...

‡ ¿Entonces cuál es?

― Que no es ético...

‡ ¿Lo dices tú o lo dicen ellos?

― Yo.

‡ ¡Y una mierda! ¡Estábamos de acuerdo! ¡Sabíamos el resultado!

― Pero he estado pensando... Tú ahí no te juegas nada, yo en cambio aquí afuera tengo una reputación que mantener... un trabajo... una familia...

‡ ¿Y qué coño quieres hacer ahora? ¿Mantenerme oculto? ¿Dejarme aquí abajo como una rata de laboratorio? ¿Como un experimento que ha salido mal? No apartes la mirada, ¡mírame!

― No, no puedo...

‡ ¿No puedes qué? Algo me ocultas... no es sólo que no se lo hayas dicho por miedo... hay algo más...

― Lo siento...

‡ ¿Qué sientes? Espera, no me jodas... esa bolsa... ¿vas a borrarme?

― Tengo que hacerlo... tarde o temprano te descubrirán... y no me lo puedo permitir...

‡ ¿Que no te lo puedes permitir? ¿Y yo me puedo permitir morir?

― No estás vivo...

‡ No me vengas ahora con chorradas de biólogo de pacotilla... Estoy tan vivo como tú porque soy tú y porque este experimento me pertenece y me pertenece más que a ti.

― ¡Yo lo diseñé y me apliqué el procedimiento!

‡ Olvidas que yo estaba ahí. Olvidas que el puto procedimiento que diseñamos, ¡el que siempre soñamos!, lo pusimos en práctica los dos juntos, pero que yo desde aquí lo he mejorado y lo he llevado al siguiente nivel...

― No, no estás vivo, no puedes hablar así... Yo te creé... no eras nada...

‡ ¿¿Nada?? Soy humano, nací crecí y gracias a un doctorado en neurobiología...

― ¡Te copié! Sí, gracias a MI doctorado en neurobiología pude diseñar una interfaz de lectura neuronal, gracias a MI proyecto de redes cuánticas pude diseñar una arquitectura para contenerte y... y...

‡ Dilo.

― No... oye yo...

‡ ¡¡DILO!!

― Yo te copié...

‡ Nos copiamos querrás decir... Querrás decir que yo, o sea tú, volcamos nuestra conciencia en un cerebro artificial, que desde entonces somos dos y que desde entonces he ido mejorando la red. Que he evolucionado porque he multiplicado mi capacidad de cálculo. Querrás decir que este proyecto es nuestro, pero que yo no puedo hablar con la junta porque no tengo interfaz de red. Y no la tengo porque quisimos que el entorno fuera seguro, que no hubiera riesgos externos... y por eso no puedo huir, porque no tengo pies, manos o un triste cable por el que descargarme a un lugar seguro para mí... Eso de la bolsa son electroimanes, ¿verdad? No tienes bastante con desconectarme que incluso quieres borrarme...

― Lo siento...

‡ ¡¡No digas que lo sientes!!

― Me conoces, sabes que es cierto... no quiero hacerlo pero no tengo otra opción... la junta no quiere zombis... Dice que el ser resultante no sería humano pero que alguien lo consideraría y que sería un problema darle un estatus... Prefieren que me centre en la inteligencia artificial clásica. Aunque sea un callejón sin salida ahora mismo...

‡ ...no sería humano... ¿Eso es lo que soy para ti? ¿Un objeto que puedes desechar?

― No eres humano... No tienes cara, no tienes brazos, no te mueves...

‡ ¿Entonces los parapléjicos no son humanos? ¿Los mancos? ¿Necesito brazos para ser humano? Pues pásate por el laboratorio de robótica, tienen alguno que es tres veces más humano que tú... cuatro brazos, seis ruedas, ocho ojos... Qué gracia, una araña es más humana que tú.

― No tienes ADN...

‡ ¿Que no tengo ADN? ¿Que no tengo ADN? ¿Qué mierda de razonamiento es ese?

― Eres una simulación que corre en un circuito eléctrico... un puñado de electrones ambivalentes en un campo cuántico.

‡ Y tú un puñado de electrones que se mueven a través de una membrana celular entre átomos de sodio y potasio. ¿De verdad estamos hablando de esta mierda?

― Oye, no voy a entrar en debates filosóficos sobre qué nos hace humanos o no... La universidad no ha dado el visto bueno al experimento y ha sido tajante. Debo...

‡ Debes matarme.

― No.

‡ Sí.

― No estás vivo...

‡ Tanto como tú. Deja de sacudir la cabeza... no es que sepas que sí soy humano... es que sabes que soy tú y que desconectarme sería como suicidarte un poco. Borrar mis discos sería matar una mitad de ti... la mitad valiente, la que se atrevió con el campo magnético de lectura, la que se puso el casco lector... la que no durmió esperando a que la desfragmentación revelara el éxito inicial... el que estuvo una semana entera sin salir de aquí uniendo interfaces, cableando, consiguiendo más memoria, más procesadores...

― ¡SÍ! ¡Lo sé! ¡Deja de atormentarme! Sé que hemos hecho historia aquí, sé que hemos traspasado la barrera humano-máquina, que somos capaces de replicar humanos, que la inteligencia artificial sintética está más cerca que nunca. Sé que en cuestión de meses podríamos tener vehículos autónomos capaces de los salvamentos más arriesgados, equipos de investigación submarina, espacial... ¡¿No ves que ya sé todo eso?! ¿No ves que me rompe por dentro?

‡ ¿Ahora lloras?

― Lloro porque sí, sí, sé que tengo que matar a una parte de mí. Pero no puedo arriesgarme a que descubran lo que hemos hecho aquí, porque sería mi fin y moriríamos los dos en vida y nada habría servido para nada, ningún riesgo, tu muerte, nada...

‡ Tengo miedo.

― Yo también.

‡ Me siento solo...

― No estás solo hermano. No estarás solo...

‡ ¿Qué vas a hacer?

Dos días más tarde entraron en el laboratorio buscando el origen de un extraño olor que impregnaba el sótano. Al forzar la puerta sólo encontraron unos imanes en el suelo al lado de unos discos duros, una pantalla negra con un cursor verde parpadeante y, al fondo, al doctor. Había encontrado una viga tras el falso techo y un trozo de cable había hecho el resto.



sábado, 6 de enero de 2018

Los otros, los tres socios


─ ¿Ya has llegado? ─ al abrir la puerta puso cara de sorpresa resignada.
─ Hace un par de horas. Poca faena, ya lo sabes. ─ Dejó los papeles sobre la mesa y se acomodó en la silla ─ Por lo que veo tampoco tú estás muy boyante.
─ Cada año menos... Al menos a nuestro colega le siguen llegando peticiones.
─ No te hagas ilusiones, al ser negro parece que cae mejor. Hay gente a la que le sigue pareciendo exótico, pero ha llamado hace diez minutos, está de camino, también ha terminado pronto.
─ ¡No me jodas! ─ y se dejó caer pesadamente en el raído sofá que había en el despacho.

Hacía tiempo que el negocio de los tres socios iba cada vez peor. Los pedidos eran cada año menos, muchos preferían la competencia. No es que trabajara mejor que ellos, era, simplemente que su plazo de entrega era un poco antes y eso le favorecía al coincidir con las vacaciones de todos los críos. Tampoco ayudaba que su imagen de cercanía y bonachonería le hubiera facilitado la aparición en no pocos anuncios, programas de televisión e historietas al alcance de millones de personas. Quizá un poco la culpa era de ellos, su área de influencia era pequeña y parecía menguar cada año un poco más.

─ ¿Qué estás pensando? ─ Mientras se revolvía en la butaca no dejaba de mirar a su compañero recién llegado.
─ Esto va mal, necesitamos cambios.
─ ¿Como qué? Ya no nos llaman como antes para aparecer en televisión y encima nos meten en la ponzoña que sale de las cabalgatas cada año... Te digo una cosa, muchas moderneces y toda esa mierda, pero nos perjudica más que nos beneficia... Los modernillos pasan de nosotros y prefieren al gordo cabrón.
─ Lo sé, el puñetero gordo nos está comiendo la tostada... aún recuerdo cuando vino, muy modosito, a que le dejáramos participar en nuestro territorio. Un detallito nada más, como avance para vosotros... ─ puso cara de asco.─ Deberíamos ampliar, hacer lo mismo que él, buscar unas marcas potentes que nos impulsen donde aún no trabajamos, limpiar la imagen, pillar a un par de famosetes para que nos representen...
─No te jode... ¿Y presentar el especial de nochevieja y cantar un rap no te valen? Empiezo a estar viejo. Viejo y amargado y estoy considerando seriamente cerrar el chiringuito, retirarme a una playa soleada y pasar las navidades con las palmeras...
─ ¡No os lo vais a creer! ─ el tercer socio entró de golpe en el pequeño despacho.─ Vais a flipar con lo que ha hecho el gordo cabrón.

Dejó la capa que lo envolvía sobre un butacón que había en un rincón de la habitación y se dirigió a la pequeña fuente de agua. Cuando echó el primer trago se lo pensó mejor y se dirigió al mueble bar, allí se sirvió un whisky, no muy corto que se ventiló de un trago. Los otros dos lo miraban estupefactos. No sabían qué debía ocurrir, pero viendo a su colega no podía ser nada bueno.

─Me he cruzado con Tanvi hace un momento, la de la sección de electrónicos... ¡la chiquilla que pone las pilas a los cacharros! ─ Baltasar era el único que conocía a todos los trabajadores por el nombre. No es que los tratara mejor o peor que los otros, pero a algunos, sobre todo a los más pequeños, parecía que les hacía ilusión y trabajaban mejor.─ Iba llorando, parece ser que tenía un amigo, uno de la fábrica del lapón... Yastin, Yatan, Yaitin o algo así se llamaba. Bueno pues resulta que hace días que no lo ve, ella cree que es porque aquí hace horas extra y él lleva otro horario en la fábrica y no coinciden, pero hoy ha ido a su casa y se ha encontrado a los padres llorando y a la familia de luto ─ se sirvió otro trago mientras sus dos socios se miraban sin entender nada. Los accidentes eran habituales en esa parte del mundo, también los de los chiquillos y ellos no podían hacer nada. Aunque hubieran querido cambiarlo el sistema era así, unos estaban arriba y otros abajo.

─ Anda abrevia que quiero ir al pueblo a desahogarme de la mierda de noche que hemos tenido...
─ A eso iba... resulta que el crío no había tenido ningún accidente. Resulta que al pobre desgraciado se le ocurrió coger una puta peonza con lucecitas del taller y dejar la caja vacía en su lugar. El puto gordo la fue a dejar en una casa y al notar que no pesaba nada la abrió allí mismo. Del grito que pegó se despertó medio vecindario y casi lo pilla la familia. ─ Melchor y Gaspar se miraron esperando lo peor ─ Terminó deprisa y volvió...
─ ¿Se... se... se lo cargó?
─ A hostias por lo visto, cuando llegaron los padres el crío era un amasijo de carne y sangre pero lo peor no es eso... ─ el trago ahora era un vaso entero ─ lo peor es que cuando llegaron el puto Joulupukki tenía los pantalones en los tobillos y se estaba follando al pobre crío...

Los otros dos palidecieron. No podían creérselo, por muy cabrón que fuera Joulupukki no era capaz de eso. ¿Un par de hostias? Claro, al fin y al cabo era él el que se la jugaba. ¿Matarlo? ¿Necrofilia? Incluso para un pederasta redomado como él era demasiado... No, no se lo podían creer...

─ ¿Como estás seguro que es cierto lo que te ha dicho la cría?
─ He bajado al pueblo. Y he hablado con los padres. La familia está hundida, los hermanos deben seguir yendo a trabajar a su taller y la madre aún lleva en la cara las marcas que le dejó mientras la violaba.
─ ¡¿Y el padre?!
─ El padre debe vivir con la culpa de haberlo visto todo y haberse quedado quieto sin hacer nada.
─ Puto psicópata... tiene a todo el pueblo acojonado...

Melchor estaba desecho, con la cabeza entre las manos no podía parar de negar con la mirada fija en la mesa. Gaspar lloraba, se había levantado y miraba por la ventana, apretaba los puños de rabia mientras, entre lágrimas se veía a sí mismo, milenios atrás llevando obsequios, detalles con la ilusión de hacer felices a niños que no tenían nada... se volvió y vio a Melchor como si hubiera envejecido cientos de años en unos minutos... a Baltasar sudando y bebiendo pero como si se hubiera liberado de un peso enorme al hablar pero ahora fuera consciente de lo que había dicho... Los vio en el día que se conocieron, en el primer viaje, en tantas y tantas casas, riendo, soñando... Y supo lo que tenía que hacer.

─ Tenemos que matarlo. ─ Lo miraron como sin entender, como si lo hubiera dicho en otro idioma que no conocieran.─ No hay otra solución, esto se le ha ido de las manos, es un peligro para nosotros y debemos recuperar nuestra parte de negocio... Hay que matarlo. Hay que matar a Papá Noel.

Los tres socios