Aviso

Las entradas de este blog que no fueran relatos han sido movidas a mi otro blog. Fantasmas de Plutón queda entonces sólo como blog para la creación literaria.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

La paradoja del universo autocontenido

Big Bang
Cree en lo que te digo, hace muchos años ya que tenemos una máquina del tiempo. En realidad no es una máquina, es un procedimiento para viajar hacia adelante o hacia atrás en el tiempo. Como es normal lo probamos, primero sin mucho cuidado, luego de forma más comedida. Empezamos mandando pequeños robots hacia atrás, queríamos observar la historia con nuestros propios ojos, ¡¿y quién no hubiera querido?! Visto ahora fuimos unos completos ingenuos. Como pensamos que el tiempo corría en nuestra contra decidimos generar varios proyectos paralelos, tres en concreto.

El primero debía estudiar el principio de los tiempos, queríamos ver y medir el Big Bang en todo su esplendor, ¡imagina el desafío! Era una oportunidad que la física no podía obviar. El segundo se encargaría de estudiar la historia más remota: glaciaciones, océanos bullendo de pre-vida, pleistoceno, cretácico, jurásico... la única limitación era que no hubiera humanos, al menos hasta que controláramos lo suficiente como para garantizar la no interacción... y no nos dimos cuenta... El tercer equipo era el más esotérico, se iba a dedicar a mandar el pequeño robot tan adelante en el futuro como fuera posible, y en una región fuera de nuestro planeta, su misión sería medir el universo futuro y comprobar si la expansión del mismo tenía límites. nunca pensamos que pudiera ocurrir...

Imagina el poder, imagina que eres un científico joven, con pocos escrúpulos y mucha hambre de conocimiento, fama y gloria, y de golpe te dan este regalo... poder viajar en el tiempo, estudiar lo que quieras... eres un superman con poderes infinitos, o así te sientes. Nuestra sala de control era un pequeño Olimpo. Yo era del primer equipo, el Big Bang ¿te lo puedes imaginar? No solo medirlo, verlo, grabarlo... cuanta arrogancia...

En el primer intento ya vimos que algo no iba bien. Nos retrotraímos al momento en el que suponíamos que todo empezó y mandamos al pequeño robot, Hermes lo llamábamos. Fue y volvió. Lo bueno de mandar a tus herramientas a través del tiempo es que no debes esperar a los resultados, vuelven a ti en pocos segundos. Una vez Hermes estuvo de vuelta nos lanzamos como locos a por los datos y entonces vino la primera decepción. Podíamos ver el punto de densidad infinita en los instrumentos, pero la energía contenida no era lo suficientemente inestable como para hacerlo estallar. Recalibramos los instrumentos y Hermes volvió a volar. Esta vez las mediciones tampoco fueron satisfactorias, de hecho y pese a mantener al equipo en espera mucho tiempo no conseguimos observar la gran explosión, sólo pequeñas fluctuaciones en la energía autocontenida. Decidimos que no habíamos ido suficientemente lejos y que lo que veíamos era la estabilidad posterior al Big Bang, y ahí sí lo vimos claro, el efecto-observador en todo su esplendor, pero no me voy a adelantar.

Lo que observamos es que si bien el supuesto punto de densidad infinita estaba ahí, de alguna manera era tremendamente estable. Sólo podíamos medir pequeños cambios en su superficie, lo que implicaba que o bien no éramos capaces de medir la sutileza de su naturaleza o bien estábamos muy por delante del momento del disparo. Como retrocedimos tanto que era imposible que no hubiera estallado ya, decidimos hacer el camino contrario, es decir, ir más hacia atrás en el tiempo, y parecía que lo conseguíamos porque había mediciones diferentes. Recuerda que estábamos haciendo historia y no sabíamos obtener referencias objetivas para saber el momento en el que Hermes estaba. El hecho es que daba igual si retrasábamos o adelantábamos, comprobamos que la inestabilidad crecía, hasta que ocurrió. Era un viaje de prueba, íbamos a un lugar conocido para comprobar que los datos recogidos eran los mismos que ya teníamos, y no lo eran. El tercer viaje para recomprobar se lo encontró de bruces, nada más llegar Hermes se desencadenó la mayor tormenta cuántica jamás soñada. Cabe decir que la explosión destrozo a nuestro robot, pero pudo mandar datos antes del colapso, fuimos nosotros, nosotros provocamos el Big Bang. La alteración que suponía enviar a nuestra sonda fue la que provocó las alteraciones en el sistema cerrado que era el pre-universo primitivo. Los peligros de viajar en el tiempo se habían cumplido de la más catastrófica de las  maneras, y a la vez de la más maravillosa. Sin nuestra interacción nuestro propio mundo no habría existido.

Aún estábamos digiriendo eso cuando entró por la puerta uno de los científicos del grupo tres, de los que viajaban hacia adelante en el tiempo. Vino corriendo, sin resuello. Cuando pudo hablar nos pidió que paráramos, casi a gritos. No fue hasta que lo calmamos que nos dimos cuenta de cuan peligroso era lo que hacíamos.

El tercer equipo observó un universo estable en continua expansión, sin ninguna relevancia a destacar. Por lo que cada vez fueron más adelante en el tiempo. No tardaron en observan corrientes de energía desconocidas que atravesaban el espacio observado hasta el punto de desestabilizar a la propia materia. Excitados creyeron que estaban llegando al punto de ruptura del equilibrio materia-energía, ése punto en el que todo debía desmoronarse. Y lo vieron, en uno de los viajes observaron como el universo colapsaba, la materia se multiplicaba, la gravedad aumentaba y el movimiento expansivo se volvía regresivo tan violentamente que en una fracción de segundo desaparecía el propio espacio, o eso creían claro, su Hermes no podía observarlo hasta el final... Decidieron entonces viajar hasta un punto anterior para saber cuál era el desencadenante de dicho colapso. Imagina cuál fue su sorpresa al observar que el proceso también daba comienzo unos millones de años antes. Extrañados hicieron como nosotros y repitieron viaje hacia una época antes estable, pero en su segundo viaje esta época también colapsaba, repasaron cálculos y allí estaba: la manipulación del continuo espacio-tiempo generaba tal nivel de entropía que la propia realidad se volvía tan inestable que cualquier evento la hacía trizas. Lo hicimos nosotros al observar el pre-universo y lo hicieron ellos al pretender ver el fin del mismo. Cerramos el círculo, el hombre es el inicio y el final del universo. Cuan gracioso era, creador y destructor, la dualidad deística más antigua acometida por la ciencia moderna. Reímos sin parar, al menos éramos responsables de nosotros mismos y éramos capaces de haber parado ya con el experimento, hasta que alguien dijo:

- ¿Qué hace el segundo equipo?

lunes, 6 de octubre de 2014

Un tío raro

- ¿Te ha dicho que eres raro? No le des importancia, no sabe lo que se pierde, pasa de ella, es una tía friki que no sabe lo que quiere. Vamos por ahí y pasa de ella
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- ¿Te ha dicho que eres raro? ¿Cómo se pasa no? ¿Te ha dicho por qué eres raro? ¿Crees que se refiere a la ropa o al pelo? ¿Será por lo que le dijiste aquella vez a su amiga?
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 - ¿Te ha dicho que eres raro? Igual es por que nunca te ha visto con sus amigos haciendo lo que hacen todos los santos días. ¿Es que no se cansan?
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- ¿Te ha dicho que eres raro?Bah, y quién no es raro hoy en día, mira, ella sí es rara con esa cara siempre sonriente, ¿de qué coño se rie? Y esas tetas, ¿no se da cuenta de que hace el ridículo con esos jerseys? ¡Si parece que quiera que se le salgan!
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- ¿Te ha dicho que eres raro? ¿Pues que putada no? Eso ya no te lo quitas en toda la vida, cuando una tipa te dice que eres raro es que todas piensan que eres un bicho raro, y sólo vas a pillar con tias más raras que tú.
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- ¿Te ha dicho que eres raro? Jódete, haberlo pensado antes de hacer las gilipolleces que haces, anda, pásame un peta y no me comas el tarro...
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- ¿Te ha dicho que eres raro? Eso es que no te conoce y no ha visto la persona que eres en realidad. Ven conmigo y deja de pensar en ella.

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- ¿Te ha dicho que eres raro? Bien eso es que te conoce y te ha calado. Con un par de monerías más seguro que se cambia de acera cada vez que te vea.
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- Soy raro. Ella lo ha dicho. Bueno, pues le daré la razón. Esta tarde la esperaré a la salida y le enseñaré lo raro que soy. - Y habiendo dicho esto cerró el cajón y se guardó el cuchillo en el bosillo interior de la chaqueta.

el raro

miércoles, 13 de agosto de 2014

La casa

La casa
Era su sueño hecho realidad, llevaban mucho tiempo ahorrando y por fin la oportunidad había aparecido, en uno de los barrios antiguos de la ciudad alguien había colgado el cartel de "Se vende" en una casa. Ciertamente no era una casa nueva y gastarían tiempo y dinero en arreglarla, pero huirían del pequeño piso en el que vivían con sus tres hijos que por fin tendrían un jardín para sus juegos y habitaciones para todos.

Aquel día estaban sacando los muebles viejos que no usarían y haciendo recuento de lo que se debería arreglar. De armarios sacaron los cacharros más inverosímiles junto a juguetes infantiles pasados de moda hacía mucho tiempo. En una caja iba a parar lo que acabaría en el contenedor, y en otra lo que quizá se pudiera vender. La sorpresa vino al encontrar un gran armario cerrado con llave.


- Cariño, dame el juego de llaves que te ha dado el de la inmobiliaria...
- ¿Qué ocurre?
- Nada, que no encuentro las llaves de este armario y pensaba que quizá estuvieran con las de la casa...

El encargado de la inmobiliaria les había dado un antiguo llavero con casi una docena de llaves de las antiguas, de esas de vástago y dientes ennegrecidas por el tiempo y el óxido. Las revisaron todas y ninguna encajaba en la pequeña cerradura.

- Tampoco nos gusta mucho este armario, ¿verdad?
- La verdad es que es un poco feo, ¿por...?

Sin mediar palabra él cogió una palanca de la caja de herramientas que habían traído por si las moscas. La introdujo en la ranura entre las dos hojas del susodicho armario y tiró. Las puertas no se movieron, tiró con más fuerza y oyeron un crujido, como un lamento que sonaba por toda la estancia. Cuanto más tiraba él más crujidos y ruidos se iban sumando al lamento inicial. Descansó, tomó aire y decidió cambiar la posición, ahora empujaba el retorcido hierro rojo hasta que, con una sacudida, la puerta se abrió con un golpe sordo que retumbó por todo el edificio. Miró la madera astillada y se giró hacia su mujer:

- Habían clavado la hoja, y no con pocos clavos...
- ¿Y para qué lo habrían hecho? - se acercó mientras él abría la otra hoja
- Evidentemente para que no se pudiera coger lo que hay dentro. - y mientras decía esto sacó un bote de cristal con un líquido amarillento y lo que parecía una rana a medio descomponer en su interior.

Revisaron el interior en busca del motivo por el que alguien clavara las puertas de tan recio mueble. Lo que salió les convenció de que quien fuera que lo hubiera clavado quería mantener las manos lejos de aquellos objetos, pero a la vez no se quería desprender de ellos.

- ¿Esto qué es?
- Si no me equivoco parece un cilicio... se usaba para mortificarse... y estas manchas... debe ser sangre del dueño.
- Qué asco, lo voy a tirar...
- Llévate esto también... - y le dio mas botes de cristal con criaturas inidentificables en su interior.

También salieron libros, la mayoría en latín, antiguos, con tapas de cuero. Uno estaba escrito en lo que parecían runas y otro, de raída tapa aterciopelada, se titulaba "Salmos de San Gregorio" con una suerte de rituales y pócimas descritos en su interior. También crucifijos de todos los tamaños, cajitas con huesos diminutos en su interior y una colección de patas de animales completamente secas. Del estante superior sólo salió un objeto, una extraña figura, grotesca, como un monstruo alado y con un brazo levantado, parecía un diablo salido de una pesadilla.

- Es horrible.
- Pues a mi me gusta.
- ¿Te lo vas a quedar? - dijo ella mientras él lo ponía encima de la mesa del estudio - me da escalofríos...
- Es sólo una figura...
- No me gustan sus ojos, parece que me están mirando...



Aquel fue el último día que coincidieron en la casa, cambios en los respectivos trabajos impidieron seguir a la vez con la limpieza conjunta por lo que tuvieron que conformarse con ir alternadamente, algo que a ello no le gustaba lo más mínimo.

La limpieza parecía no avanzar y mientras las obras no modernizaran el edificio aquello seguí pareciendo una casucha vieja y abandonada. La casa crujía y se movía y estaba llena de ruidos que parecían venir de todas partes y de ninguna. "Es una casa antigua, es normal que haga ruidos raros, no pasa nada", se lo repetía una y otra vez, pero algo en su interior no se lo creía. Para colmo él había colocado la estatuílla del demonio en el mueble que había en el centro del recibidor así, cada vez que ella llegaba aquella cosa parecía darle la bienvenida para recordarle que esa esa su casa. Cada día le costaba un poquito más enfrentarse a la casa ella sola, sobre todo porque habían encontrado dos armaritos más llenos de amuletos y reliquias que se iban amontonando en la gran mesa del salón, no sabía por qué, pero él los guardaba todos.

Ella tenía miedo pero se sobreponía, intentaba ir cada día un par de horas, y un día pasó lo que su instinto le decía que pasaría... no había nadie en la casa, pero no estaba sola.

Cuando entró no se dio cuenta, pero en seguida notó un olor raro en el ambiente, perfume, pero extraño, junto a un olor rancio, de polvo seco y hojas muertas, un olor indescriptible, desagradable, y luego oyó el chirrido, era rítmico y venía de arriba. Se armó de valor y subió las amplias escaleras mientras la camisa se le pegaba a la espalda con un sudor frío y se oía jadear mientras le empezaba a costar respirar. 

Arriba el chirrido era infernal y venía de todas las paredes, la rodeaba y gritó. No tuvo más remedio que gritar. Gritó como nunca lo había hecho y sólo al quedarse sin aire se dio cuenta de que el chirrido no se oía, ahora eran murmullos, palabras que no entendía y que venían de algún sitio por encima de su cabeza, ¡pero la casa no tenía más pisos! de golpe pasos, desde su izquierda, o eso creía, pasos que se acercaban a ella, luego ruidos amortiguados, iban y venían, iban y venían, no sabía qué hacer, no se podía mover hasta que oyó unos goznes oxidados, venían del estudio, pero la puerta estaba abierta y no se movía y dentro no había ninguna puerta más... y las ventanas estaban cerradas... cuando lo vio, mirándola. Ése demonio, esa estatua estaba ahora encima de la mesa, mirándola con esos ojos de piedra, ahogó un grito que se transformó en pánico cuando, desde el estudio, una voz mohosa pronunció su nombre entre estertores. Fue entonces cuando el paroxismo de su pánico llegó al cénit y, al girarse para escapar de aquella pesadilla tropezó con una caja y cayó por el balcón de la escalera al piso inferior. No sintió nada cuando su cuello se rompió contra uno de los escalones, y sus ojos sin vida no vieron a la figura que se asomaba al balcón tras verla caer.

escaleraÉl no supo cómo reaccionar, tosiendo aún y con la garganta seca por el polvo de la escalerilla interior no podía apartar la mirada de su mujer, en la escalera y en una posición imposible. Aún no había reaccionado cuando una mano se posó en su hombro, su compañera de trabajo, con la blusa a medio abotonar lo miraba con cara de terror sin saber cómo reaccionar ni qué hacer. Hacía toda una vida desde que, un par de horas antes tontearon y él le propuso ir a la casa nueva, su mujer no iba a ir hoy, quería enseñarle una entrada camuflada que había descubierto. Conducía a un desván con una cama aún funcional, los muelles sonaban, pero la casa estaría vacía y seria diferente al hotel de siempre donde el conserje los miraba y sonreía bajo el bigote. Ya no recordaba la gracia que le había hecho la figurita de la entrada, la del dios alado y como, casi sin querer, la había llevado hasta el estudio. Su vida, ahora, había empezado cuando un grito desgarrador los había interrumpido, cuando él quiso quedarse arriba y ella lo convenció para bajar a ver qué había pasado, que su mujer lo podía necesitar, hablaban dando vueltas por la habitación. Pero no era consciente de haber bajado tras él, ni de haber corrido al ver que él lo hacía y tampoco recordaba haber mirado hacia abajo sin ver nada pero sabiendo lo que iba a encontrar. Estaba aterrada, inmóvil, con el peso de toda la culpa y no miró ni por un momento a la estatuílla. Quizá si la hubiera mirado, le habría parecido que parecía sonreír un poquito más.

martes, 1 de julio de 2014

Al final del camino


Llegó al pueblo cuando el sol aún brillaba sobre el horizonte. Sudaba. El pueblo estaba en medio del desierto, pero no podía pasar de largo, no estaba seguro de su destino. El año anterior ya lo intentó y estuvo varias horas vagando sin encontrar el camino adecuado, había vuelto a la civilización justo cuando el depósito amenazó con vaciarse provocando toses e interrupciones en el funcionamiento del motor.

iglesia del puebloParó el coche en una pequeña explanada al lado de la iglesia, había pocas calles por las que podía circular. Esperaba despachar el asunto rápidamente y volver a subir con el insuficiente consuelo del aire acondicionado. Pero lo que sí fue rápido fue el darse cuenta de que tardaría en solucionar su problema, no había nadie en la calle. Puertas y portones estaban inusitadamente cerrados... incluso el bar parecía abandonado desde hacía mucho tiempo. Deambuló por las calles sin percibir ningún movimiento, sin encontrar evidencias de que allí viviera nadie.

Iba a tirar la toalla cuando oyó un ruido. Se quedó con la puerta del coche semiabierta esperando, esperando y escuchando. Se iba acercando. Cerró el coche y se dirigió al origen del ruido. Giró tras una fuente seca y vio a lo lejos un tractor verde, reluciente que se acercaba con un hombre encima.

Cuando el tractor llegó a su altura saludó con una sonrisa nerviosa a su ocupante, un hombre mayor, quemado por el sol enfundado en una camisa blanca, impoluta y bajo una boina negra que parecía recién estrenada. El otro lo miró como si no le sorprendiera su presencia, le abrió una franca sonrisa y le ofreció pan y queso, hecho por él, que llevaba embutido en una pequeña fiambrera metálica. Él le preguntó por un pequeño monolito que sabía que estaba por allí, pero al que no sabía llegar, "soy aficionado a la arqueología y quiero hacerle unas fotografías" dijo queriendo parecer despreocupado pero pareciendo nervioso, muy nervioso. El abuelo se echó la boina hacia atrás mientras pensaba mirando al horizonte, un tallo de trigo, cebada o lo que fuera, cambió de lado en su boca y le dijo que si no se estaría refiriendo a las piedras del diablo, las llamaban así por los dibujos rojos que tenían y porque nadie sabía de dónde habían salido "vinieron de la capital a estudiarlas" dijo "pero no se pusieron de acuerdo, luego se olvidaron". Señaló la iglesia y le indicó un camino que salía de la parte trasera y serpenteaba subiendo el monte y bajando por el otro lado. "Es un camino muy antiguo, y no puede ir en coche, antes se podía ir en mula, pero ya no quedan mulas en el pueblo, ¿ha traído usted una mula?", contestó que no, que en coche, "pues es una lástima, está muy lejos ¿sabe?". Dicho esto, volvió a subir al tractor y se fue carretera abajo. Lo miró alejarse, no sabía qué pensar, aquel labriego de reluciente tractor y ropa nueva parecía no encajar con el decrépito pueblo construido en piedra roja y, aparentemente, abandonado.

Cambió el coche de sitio y lo aparcó al lado de la carretera de entrada, tras un muro en ruinas.No sabía si habría alguien más en el pueblo y no quería que supieran cuándo tiempo estaba allí, no quería miradas curiosas cuando se fuera.

El sol casi se había puesto cuando enfiló la subida por la loma tras la iglesia, con razón no lo vio el año anterior, el camino no se ve desde la carretera, y no está cerca de otros caminos, además tras la subida discurre entre dos vertientes de cerros vecinos que desde el pueblo parecen uno solo.

Siguió el camino mientras se hacía de noche y sólo la luna iluminaba el camino, no llevaba linternas, ni nada parecido, hasta el teléfono, sin cobertura por aquellos lares estaba, apagado, en el coche.

túmulos
Era noche cerrada cuando llegó a su destino, unas pequeñas piedras señalaban una pared en un pequeño túmulo, la tocó, estaba caliente. Se giró y se dirigió al túmulo que había enfrente, subió y observó el panorama. Estaba subido en el más alto de muchos túmulos diseminados en esa parte del desierto. Se quitó toda la ropa y la dejó a un lado perfectamente doblada, miró al cielo y vio que aún era pronto, al final había llegado con tiempo de sobra. Se sentó mirando al túmulo de las piedras con las piernas cruzadas y la espalda erguida. Puso sus manos sobre las rodillas, cerró los ojos y se relajó.

Su mente estaba en blanco y empezó el cántico casi sin darse cuenta. Poco a poco se fue tensando, y acelerando el cántico que tenía entre dientes. Cada vez estaba más tenso y su lengua se movía más rápidamente, levantó la cabeza mientras empezaba a sudar de nuevo, el pelo se le pegó a la frente y el canturreo era ya un galimatías ininteligible que iba aumentando el volumen mientras sus dedos se clavaban en las rodillas hasta que sangró y abrió los ojos. Tres estrellas, alineadas señalaban el túmulo que tenía delante, el de las piedras, y la pared estaba abierta, derrumbada sobre la arena.

Jadeaba y el sudor le picaba en los ojos, pero no podía apartar los ojos de la luz que emanaba de la abertura en la tierra. Sabía que su origen preternatural anticipaba el resultado que tanto tiempo llevaba esperando. Durante unos segundos que le parecieron eones la luz iluminó de blanco el espacio que separaba los dos túmulos, hasta que una arcana figura emergió de las profundidades de la tierra. Era un gigante en su mayor parte humano, al menos en apariencia, pero con un semblante de salvajismo animal que a la vez dejaba intuir la existencia de fuerzas inexplicables bajo su piel rojiza y brillante. El monstruo salió de la cueva que era ahora el montículo y miró alrededor hasta que reparó en su presencia. Lo miró y sus ojos mostraron un breve destello de conocimiento, como si fuera racional durante un pequeño instante. Sin apartar la mirada empezó a moverse pesadamente hasta subir y situarse frente a él. Él sudaba más, jadeaba y ahora la tensión había dejado paso a una debilidad en las extremidades y en la base del estómago que amenazaba con hacerlo caer desmayado ante la evidencia de su éxito.

El gigante se paró frente a él y lo miró con curiosidad, fijamente, como si comprendiera que había llegado a este mundo de su mano e intentara adivinar cuál era el propósito de tal prodigio. Se estudiaron durante unos breves segundos y él se relajó, recuperó sus fuerzas, y con ellas su seguridad, la certeza de la ambición conseguida, casi sonríe cuando el monstruo invocado levanta una mano para tocarlo, pero se trunca el intento cuando el brazo se tensa y, entrecerrando sus ojos negros, el gigante hunde la mano en el pecho de su padre y arranca un corazón palpitante. Él apenas tiene tiempo de darse cuenta de lo ocurrido, se sorprende mirando su propio corazón que sigue latiendo en una mano enorme antes de derrumbarse.

El gigante mira al guiñapo de hombre que le ha traído a este mundo, como sin comprender que alguien capaz de tamaño prodigio pueda ser tan frágil. Mira su mano ensangrentada y el corazón que sostiene que ya no palpita, entonces lo lanza a un lado, se gira y recoge la ropa que su invocante había dejado en el suelo y empieza el descenso del túmulo. Ahora unos ojos sin vida le ven adentrarse en la noche mientras la luz de la cueva se va apagando. Si el hombre estuviera vivo vería como su creación, como si fuera una alucinación onírica, muta y cambia su tamaño, encogiéndose hasta parecer un hombre corriente. Si estuviera vivo y pudiera preguntar, seguramente el nuevo hombre le contaría acerca de un tractor verde y de un extraño labriego que siente que le llama desde un pequeño villorrio abandonado al final del camino.

lunes, 23 de junio de 2014

El río

Agradecía la última reforma de la ciudad. Cuando, un día y por trabajo, se acercó a la zona y se encontró con las vallas que habían colocado allí los operarios el día antes maldijo al maldito alcalde y a las elecciones que se acercaban. Pensó que debía buscar otro sitio para su actividad, y mientras duraron las obras tuvo que hacerlo, pero ahora se alegraba de la iniciativa municipal.

Estaba en un pequeño merendero que el ayuntamiento había levantado en
uno de los márgenes del río esperando que las familias aprovecharan las mañanas de domingo. Pero el hecho de que estuviera un poco apartado del núcleo urbano y en un estado lamentable de conservación contribuía a que nadie pasara por allí. Nadie excepto él, él sí aprovechaba el camino asfaltado que llegaba hasta los chopos y al caminito serpenteante entre cañas y mesas de piedra hasta el mismo borde del río. Aunque antes de la remodelación tenía el disimulo de los márgenes abandonados del río ahora tenía la rapidez y la comodidad de llegar a las lindes más fácilmente.

Se dirigió al coche en silencio, abrió el maletero y sacó el cuerpo atado que había dentro y lo arrastró hacia la orilla. Allí esperaban cuerdas y unas pesas que fueron atadas prestamente al cuerpo del prisionero que en ese momento abrió los ojos e intentó zafarse del mortal desenlace. Forcejeó para evitar lo inevitable, pero una piedra en la sien lo devolvió a la tranquila inconsciencia previa, entonces nuestro hombre se cercioró de que nadie se encontraba cerca, algo fácil teniendo en cuenta que era de madrugada. Sólo le quedaba levantar el cuerpo pesado de su acompañante y, no sin esfuerzo, lanzarlo a las oscuras aguas.

Al caer oyó dos chapoteos. Alarmado, levantó la vista justo a tiempo de observar, en un puente cercano, como una silueta oscura lo miraba. Evidentemente también tenía algo que ocultar en el río, y acababa de hacerlo. Dudó, no supo qué hacer, el otro también lo miraba, pero estaba demasiado lejos para poder reconocer a nadie. Su observador estaba debajo de una farola en el puente, pero él gozaba de la protección de la sombra que proporcionaban los árboles ribereños por lo que se permitió no moverse en espera de ver qué ocurría. Observó tranquilamente cómo el otro salía corriendo, y decidió que podía borrar sus huellas sin preocuparse de nada

Siguió el sendero con la satisfacción del deber cumplido y con la despreocupación del que se cree seguro y a salvo. Por eso cuando llegó al coche no vio la  sombra que lo rodeaba ni el brillo acerado que rápidamente se movió hasta entrar repetidamente entre sus costillas.

domingo, 15 de junio de 2014

La voz interior

Era uno de aquellos sábados normales en familia. Mañana remoloneando en casa y tarde de compras en centro comercial.

Después de la consabida visita en el hipermercado me tocó ir al coche a guardar toda la compra mientras mi mujer se dirigía a la planta superior con el mayor de nuestros hijos ya que era imperativo revisar su colección de zapatillas de deporte que amenazaba con quedar desierta. El pequeño estaba bien dormido sobre el carro de la compra, era uno de estos adaptados para poder llevar sin problemas a bebés mientras dilapidas tu sueldo en objetos de consumo que quizá no necesites.

Guardada en el maletero la mitad de mi sueldo convertida en alimentos perecederos dejé el carro en la zona habilitada para ello y cargué con el niño a cuestas. decidí no coger el carrito para que no se durmiera antes de poder engullir la merienda que mi mujer había preparado. Entré de nuevo al centro comercial y me dirigía de nuevo al encuentro de la otra mitad familiar cuando me sentí ciertamente extraño... Enfilaba las escaleras mecánicas con mi hijo a cuestas. Las escaleras eran colindantes a la amplia plaza central donde las tres plantas comerciales en un día normal respiraban y hoy mostraban el bullicio desmesurado propio de un sábado de rebajas.
escaleras

Como decía me sentía extraño, pero no era nada físico, era una especie de desconexión, un rum rum en la cabeza, esa sensación que es como si acabaras de aparecer en un sitio extraño. Estaba ya en el segundo tramo de escaleras cuando me asaltó la idea. La idea no era mía. Me explico, fue como una revelación, como si mi voz interior intentara convencerme de algo que veía con total nitidez.

- Si tiro a mi hijo hacia abajo, no pasa nada... Puedo hacerlo, es muy fácil... Lo lanzo y sigo adelante... A quién le importa... Podría hacerlo, no costaría nada

¡Realmente lo estaba pensando! No era una idea que me pareciera descabellada, ¡lo estaba valorando! Y eso fue lo que encendió todas las alarmas. ¿De verdad me plantaba lanzar a mi hijo de meses desde un segundo piso hacia una plaza atestada de transeúntes?

Sacudí la cabeza, deseché la idea... pero seguía ahí, una vocecita me decía "Hazlo, no pasa nada, es taaan fáaacil". Tuve que sobreponerme a ello la curiosidad del "a ver qué pasa" casi me convence. Hice acopio de aplomo y terminé de subir las fatídicas escaleras para dirigirme a la zapatería donde mi esposa bregaba con los deseos infantiles de nuestro vástago mayor.

No compramos sólo zapatillas ese día. Un chándal, dos libros y tres cd después nos dirigíamos al coche mientras a mí se me había olvidado completamente el episodio de las escaleras. Pero al llegar a la plaza central no pudimos pasar, la policía había cerrado la zona. "¿Qué ha pasado?" preguntamos.

- Uno que ha tirado a su hijo desde uno de los balcones...
- ¿Cómo se puede ser tan...?
- Se ha tenido que volver loco... un niño tan pequeño...
- Le he oído decir que oía voces. Una le ha dicho que lo hiciera.
- Ya lo he dicho, hay que estar majareta para hacer algo así, esta gente debería estar encerrada.

Y mientras trataba de disimular mi sudor frío y recuperar el color se oyó un grito en multitud de gargantas, un chillido y un golpe sordo.

- ¡Joder! ¡Han tirado a otro!

sábado, 14 de junio de 2014

Reempezamos!


restart

Hace más de un año y medio me rondaba por la cabeza la idea de crear un blog donde dar rienda suelta a muchas de las ideas que me bullían y pugnaban por salir. No tardé mucho en hacerlo, a primeros de noviembre de 2012 veía la luz este blog.

La idea era sencilla y a la vez compleja. Como me apetecía hablar de todo decidí crear toda una caterva de alter egos especializados en diversos temas que servirían para ordenar tanto las categorías como para dar diferentes enfoques o estilos a los artículos que debían salir a la luz. Así me rodeé de unos pocos alienígenas exiliados procedentes de los confines (casi) del sistema solar a los que doté de voz y personalidad.

El problema estribó en que para mantener tan pretenciosas intenciones hace falta tiempo. Tiempo y mucha sabiduría. Mi intención inicial de tratar muchos temas no sentando cátedra pero sí con cierta autoridad y conocimiento de causa requería que cada artículo de no ficción se viera sustentado con referencias y una cierta investigación preliminar para refrendar y reforzar conocimientos previos.

La idea no era mala, no me lo parece. El problema es el tiempo, siempre el tiempo. La vida está llena de proyectos y este, uno más pero no menos importante, requería mucho. Y con poco tiempo disponible me encontré que con que todos los artículos eran primeras versiones. Me explico. No es que no cumplieran con el mínimo de calidad autoimpuesta, ni que no tuvieran un trabajo subyacente de documentación suficiente, no, o casi. La cuestión es que al redactado no se le podía prestar toda la atención necesaria. Se publicaba rápido para mantener un buen ritmo (que luego decayó), se terminaban los artículos en horas intempestivas sin posibilidad de revisión ni maduración y, al releerlos, aparecían evidentes faltas de argumentación, redactados evidentemente mejorables y cientos de ideas a desarrollar en cada artículo en el tintero (lo de cientos es, claro está, una licencia, aunque ahí quedan anotados artículos sobre el HAARP, Lilith, Betty y Barney Hill, Ummo o los Annunakis...).

Por eso, y tras varios meses de sequía, he decidido reformar el blog, cercenarlo y segregarlo. Muy a mi pesar debo prescidir de todo aquello objetivo, académico o divulgativo y quedarme sólo con lo creativo y de opinión. ¿Por qué? Porque al fin y al cabo ya representaba la mayoría de lo publicado. Fantasmas de Plutón permanece como espacio de creación literaria. Aquí iré publicando microrrelatos o relatos por entregas, es decir, todo lo que hasta ahora esta haciendo mi queridos Fantasma y Experimental. Lo que hacía Plutonero viaja a un nuevo blog pero desde un punto de vista mucho más personal, menos divulgativo. ¿Y el resto? El resto deberá dormir el sueño de los justos en espera de que, en mejores tiempos, recupere el proyecto y les dé vida de nuevo. Aunque, justo es decirlo, es mucho más que probable que todos los temas pendientes vean por fin la luz aunque de forma mucho más amigable (al menos para el autor XD ).

Gracias a todos mis alter egos, ellos mantuvieron la ilusión de que se podía hacer mucho con muy poco. Gracias, en definitiva, a todos los alienígenas. Al fin y al cabo son ellos los que nos mantienen con los pies en la tierra mirando a las estrellas. Pero gracias a tí, sobre todo, porque si estás leyendo estas palabras es que te has tragado un buen tostón hasta llegar al final, intentaré que los nuevos Fantasmas de Plutón no te decepcionen y te entretengan un rato.

Gracias.